Nos ha pasado a todos, nos sucede algo negativo y somos incapaces de sacarlo de nuestra cabeza. Revivimos ese instante, una y otra vez, con detalle, nos viene a mente cada palabra de esa discusión, o esas críticas que nos dolieron. Y no paramos de darle vueltas, sintiéndonos cada vez peor…
La verdad es que pasar página, como se suele decir, no es tan fácil como nos gustaría. Pero existen estrategias que nos pueden ayudar a elaborar esa situación, y llegar a una conclusión que nos sirva para resolverla, de un modo u otro.
Algo que nos puede ayudar muchísimo es tratar de ganar perspectiva sobre lo sucedido. Al meternos en el bucle de pensamientos, tendemos a quedarnos enganchados en la emoción negativa y caemos en buscar argumentos que apoyen nuestro punto de vista. En pocas palabras, tratamos de tener la razón. Pero con eso, lo que conseguimos normalmente es aumentar nuestro enfado, o nuestra preocupación, sin llegar a ninguna conclusión. Lo que en términos psicológicos se llama “rumiar”.
Por eso, para frenar ese hilo de pensamientos, es muy útil alejarnos de esas emociones, ganando perspectiva sobre lo sucedido. Al tomar distancia emocional nuestra agresividad disminuye, y es más fácil reflexionar sobre la situación con calma, y pensar con más claridad.
Como es obvio, este enfoque es muy útil para resolver conflictos, ya que conseguiremos que las dos partes salgan de los razonamientos basados en sus emociones, que solo les llevarán a acusar a la otra persona y ponerse a la defensiva.
¿Cómo podemos tomar distancia emocional?
Para empezar, será importante alejarnos de nuestro punto de vista y tratar de contarnos lo que pasó desde un ángulo diferente, como de un observador imparcial. No hace falta subirse a una silla, como en aquella película. Pero viene bien darnos cuenta de que quizás desde otro punto, las cosas no sean tan «blancas o negras» como nos lo parecen.
No es fácil, pero podemos imaginar que alguien en quién confiamos mucho ha visto la escena, qué te contaría después de haber observado lo sucedido. ¿Cómo lo explicaría? ¿Qué te diría?
En estas situaciones, entender a la otra parte puede ser muy útil para rebajar nuestra emoción y ganar perspectiva, en vez quedarnos con juicios o etiquetas del tipo, “lo ha hecho porque es imbécil” (o algo peor). Así que, trataremos de ponernos en el lugar de la otra persona, intentando no juzgarla, y viendo lo que ha pasado también desde su punto de vista.
Como ya veremos, escribir, más que pensar, puede ser de gran ayuda, cuando escribimos nos resulta más sencillo distanciarnos de la situación. Así que, si os cuesta adoptar ese punto de vista imparcial, o empatizar con la otra persona, probad a escribir lo sucedido desde esas perspectivas distintas. Seguramente notaréis que, sin necesidad de releerlo, vuestra emoción será menos intensa, y seguramente valoraréis aspectos que habíais pasado por alto.
Por último, otro modo de rebajar nuestro malestar ante una situación negativa es verlo aún con más distancia. ¿Qué crees que pensarás de esto dentro de un mes? ¿Y dentro de un año? Si os cuesta, pensad en algo por lo que os hayáis disgustado mucho hace tiempo, seguramente hoy en día no os afecta del mismo modo, si es que no se resolvió.
Una vez he ganado perspectiva, no sólo me es más fácil dejar de rumiar sobre la situación, sino que también disminuye mi nivel de irritación por lo sucedido. Y desde ahí, puede que hasta me resulte fácil relativizarlo y no vivirlo como algo tan terrible.
Así que ¿por qué no practicar ese cambio de punto de vista?