En épocas de crisis parece que la respuesta a esta pregunta es un sí rotundo, cuando muchas personas han diminuido sus ingresos y unos se encuentran ante verdaderos apuros económicos, leemos además que con la crisis económica han aumentado el número de personas que consultan con un psicólogo. Todo esto podría hacernos pensar que la bonanza económica determina el bienestar psicológico, pero los estudios llevados a cabo desde hace años no nos indican lo mismo.
Los psicólogos sociales David G. Myers y Ed Diener han dirigido una larga serie de estudios estadísticos, centrados en qué nos hace felices, y no han dejado de lado este interrogante, ¿Ser más ricos nos hace más felices? Según estos estudios el dinero solo produce bienestar hasta un determinado nivel, en que nuestras necesidades básicas están cubiertas, pero por encima de ahí la idea de a más dinero más felicidad deja de ser cierta. Myers y Diener procuraron no basarse solo en una impresión subjetiva de felicidad, sino que también se guiaban por las impresiones del entorno de estas personas, y encontraron bastante homogeneidad entre las sensaciones percibidas y lo que opinaban los demás.
Algunas de estos estudios se centraron en personas que habían ganado grandes sumas en la lotería, indudablemente esos ingresos inesperados suponen una gran alegría, pero la realidad es que no nos dan la felicidad de forma estable. Ya que al valorar el nivel de felicidad al cabo de solo dos años, no existía ninguna diferencia entre como se sentían antes y después de haber ganado el premio. Por increíble que nos parezca, tendemos a acostumbrarnos a esa ganancia económica y deja de tener importancia, digamos que una vez tenemos un nivel económico estable nos habituamos a él, y el dinero deja de influir en nuestra felicidad.
Cuando hay una mejoría económica nos sentimos más felices, pero esa sensación dura muy poco, si hay una disminución de ingresos es cierto que va acompañada de una mayor infelicidad, pero aunque lo negativo siempre es más difícil de aceptar, una vez asumido este cambio, el hecho de contar con menos dinero deja de tener influencia en nuestro bienestar, ya que incluso ese cambio nos fuerza a valorar y aceptar otros aspectos que antes no teníamos en cuenta. Esto siempre y cuando nuestros ingresos dejen las necesidades básicas cubiertas y no tengamos una incertidumbre sobre ello, porque en ese caso el dinero ayuda bastante.
Las encuestas demuestran que en países en que se produce un crecimiento económico, tampoco hay un aumento del nivel de felicidad, en Estados Unidos por ejemplo, desde los años 60 se ha sextuplicado la renta per capita de sus habitantes, sin embargo, el nivel de felicidad detectado actualmente es muy similar al de entonces. Según otras encuestas el nivel de desarrollo económico de un país tampoco garantiza la felicidad de sus habitantes, por ejemplo, Japón, es uno de los países más ricos del mundo y con un reparto de la riqueza bastante homogéneo, sin embargo, casi siempre está en los últimos lugares en los estudios sobre felicidad.
La mayoría de los psicólogos que se han centrado en estudiar qué es lo que nos hace felices coinciden en que, los valores actuales, el consumismo y la importancia dada a nuestras posesiones materiales, no nos plantean más que falsos objetivos para alcanzar la felicidad. De hecho más que ayudarnos a valorar lo que tenemos y disfrutarlo, nos centra en conseguir lo que no tenemos, lo que nos genera a veces una gran frustración e insatisfacción, nada más lejos de la sensación de ser felices.
Por tanto, si han aumentado las visitas a los psicólogos puede deberse más a la sensación de incertidumbre, que a que una crisis económica provoque mayor infelicidad. La disminución de los ingresos, mientras nos permita seguir teniendo un techo bajo el que dormir y comida en nuestro plato, nos obliga a una adaptación, quizás a algunas renuncias, pero no tiene por qué condenarnos a la infelicidad, puede incluso ser una oportunidad para ver que aquello que nos hace felices era mucho más sencillo de obtener de lo que pensábamos.