El optimismo

Puede que el optimismo sea uno de las palabras que con más frecuencia se usa para definir a las personas; sin embargo la psicología ha empezado a preocuparse por estudiar su importancia en nuestro estado de ánimo desde hace poco tiempo. Con la aparición de la psicología positiva el optimismo se ha convertido en parte fundamental de muchos estudios, se ha visto como afecta positivamente a  nuestra salud física y psicológica, incluso algún estudio longitudinal concluye que los más optimistas viven más años y con mejor salud. Otros estudios concluyen que tienen más autoestima y más posibilidades de lograr sus metas.

Sin necesidad de recurrir a los resultados de estudios sobre la salud o el grado de bienestar físico y psicológico, lo cierto es que en nuestro día a día es fácil darnos cuenta de que las personas más optimistas no solo parecen tener más energía y entusiasmo, sino que en ocasiones contagian esa positividad y hacen su compañía agradable.

En contraposición, es cierto que a veces se piensa en los optimistas como personas poco realistas, imprudentes o algo ingenuas, pero  el optimismo va mucho más allá de la idea general de ver siempre el vaso medio lleno, o de tener el pensamiento constante “Todo va a ir bien”.

Mantener pensamientos positivos o decirse todo va a ir bien, cuando la lógica y nuestra experiencia nos dice que es poco probable que sea así, no nos va a ayudar a encontrarnos mejor, al contrario, es obvio que puede inducirnos a errores importantes.

Según la psicología positiva el optimista es aquel, que aún sabiendo valorar lo positivo de una situación, también es consciente de lo que hay que mejorar.  Estas son las personas que notan beneficios en su estado de ánimo por su forma de encarar la vida, ya que conocen sus verdaderas posibilidades y encajan mejor las críticas o las dificultades.

¿Existe un modo para volvernos más optimistas o es algo innato?  

Parece que una de las claves puede estar más en lo que hemos aprendido que en algo innato, por lo tanto se puede aprender a ser optimista si entrenamos el pensamiento positivo y  mantenemos a raya nuestras creencias negativas. Pero no basta solo con eso.   Los slogans centrados en el pensamiento positivo se han extendido, desde las campañas electorales, hasta intentos por cambiar nuestras ideas sobre la situación económica.

Sin embargo, el pensamiento positivo no es mágico, evidentemente si no actuamos y nos encaminamos hacia nuestras metas, no las alcanzaremos solo a base de concentrarnos en pensar “yo puedo”. El optimismo que puede contribuir a nuestro bienestar se refiere sobre todo a la actitud de desafío ante las dificultades, a ver los obstáculos como un reto, a la confianza en que con esfuerzo se pueden superar y a la capacidad de sacar partido a aquello que nos ofrece el presente, es decir, no basta solo con pensar, sino que lo importante es actuar de forma optimista.

Uno puede creer que los pensamientos poco tienen que ver en que cambie aquello que nos sucede, sin embargo nuestras ideas pueden ser determinantes a la hora de afrontar una dificultad o una situación nueva. Está claro que es bastante complicado actuar de forma positiva si en nuestra cabeza hay pensamientos constantes que nos dicen “no lo lograrás” o “no merece la pena” o “es muy difícil”, de hecho lo más probable es que pensando así ni siquiera lo intentemos.

Es sencillo comprobar estas diferencias, basta con fijarnos es qué pensamos en un momento u otro y en cómo nuestras sensaciones cambian al cambiar los pensamientos.

Pensar de un modo u otro acaba influyendo en nuestras emociones y acciones, y es importante darse cuenta de qué tipo de dialogo interno mantenemos cuando nos encontramos ante una dificultad.

Casi todos hemos vivido momentos de los dos tipos, tanto cuando no veíamos salida a una situación y nos sentíamos completamente abatidos. Como esos días en que nos parece que podemos afrontar cualquier cosa. Los pensamientos optimistas no crean nuestra felicidad, pero pueden servirnos como motor para actuar y obtener ese cambio que a veces estamos buscando en nuestra vida. Es cierto que no podemos controlar las circunstancias que nos rodean, pero en vez de fijarnos en eso, podemos tratar de cambiar lo que sí depende de nosotros.