Hace unas semanas me fijé en un cartel en la pizarra de menús de una terraza “La vida está hecha de pequeños momentos 0 €”. La verdad, me encantó, es más, hizo que me diera cuenta de que esa misma tarde podía ser uno de esos pequeños momentos de felicidad. Porque aunque es algo que casi todos sabemos, me pareció una estupenda manera de recordarnos que a veces lo que más importa es gratis, o como decía John Lennon, que la vida en realidad es lo que te pasa mientras andas concentrado en otras cosas.
Es verdad que parte del problema de vivir pendientes de más de una cosa a la vez es que nos saltamos esos pequeños momentos como si no hubieran pasado, es normal. Con la cabeza a mil por hora, atentos a lo que haremos después, con el móvil que no para de sonar, centrados en ese dolorcillo que nos molesta, o agobiados porque no llegamos a tiempo, pendientes de lo que nos faltaría para estar bien…Así es casi imposible apreciar un pequeño momento. En un curso de mindfulness nos ponían un ejemplo muy claro, si mientras te tomas un helado, estás concentrado en que llegas tarde, gruñendo internamente porque hace calor, y con tu cabeza en otra parte…¿A qué sabía el helado? Seguramente te lo has terminado sin darte ni cuenta.
Precisamente muchas de las corrientes de psicología positiva está insistiendo sobre lo mucho que importan los pequeños momentos para generar más emociones positivas, se ha visto que en realidad lo que contribuye a nuestra felicidad son detalles, como encontrar razones por las que mostrar gratitud, o fijarnos en aquello que ha salido bien a lo largo del día.
En realidad no parece tan difícil, pero nos cuesta, seguramente pensamos que la vida es algo más grande o que nos depara muchísimo más. Pero si nos paramos a pensar en las mejores épocas de nuestra vida, seguramente nos vienen a la cabeza instantes, momentos…Para mí son casi como fotografías, curiosamente pueden no ser los supuestos “días más felices”, a veces son solo momentos que me atraparon por sorpresa. Pero es verdad que desde que vengo practicando el darme más cuenta de esos momentos, soy consciente de muchos más y me siento mejor.
Así que os voy a proponer un ejercicio que solo os llevará unos minutos, no se me ha ocurrido a mí, diferentes psicólogos llevan años planteándolo como un modo de mejorar nuestro estado de ánimo y yo lo conocí a través de la página Greater Good Science de la Universidad de Berkeley.
Es el ejercicio de las tres cosas buenas, al final de cada día escribe tres cosas buenas que te hayan sucedido, se trata de describir lo que ha pasado, cómo te has sentido, cuanto ha durado esa sensación (incluso si se ha mantenido en el tiempo) y por qué crees que sucedió.
Como con cualquier otra capacidad, a apreciar los pequeños momentos se aprende con constancia, así que nos interesa convertirlo en una práctica diaria, probad y dejadme vuestras impresiones.
¡Que tengais muchos pequeños momentos!