El pasado 20 de Marzo fue el día internacional de la felicidad. Aunque muchos de nuestros artículos y nuestro trabajo se centren en facilitar el bienestar, no creo que haya que confundir la idea de procurar sentirnos bien, con la exigencia de ser siempre felices.
Me parece interesante que la ONU decidiera fijar una fecha para subrayar la importancia que tiene la búsqueda de la felicidad para el ser humano, y también que se conciencie para que los diferentes gobiernos lo tengan en cuenta. Pero al ver la mayoría de artículos sobre el tema ese día, me dió la impresión de que el mensaje era «tienes que ser feliz» o «tienes que ser positivo» con claves y pautas que te lo garantizan. Y si te pones a ello y no lo consigues es que tienes algún problema. No creo que transmitir ese mensaje ayude, ni sirva para que nos sintamos mejor.
Es cierto que aumentar nuestro bienestar está en nuestra mano y que hay muchas cosas que podemos hacer para sentirnos más felices. Pero también es verdad que por más que utilicemos todo lo que nos ofrece la psicología, es imposible ser felices todo el tiempo, es más, es que no es sano estar siempre bien. Como tampoco lo es empeñarnos en positivar cualquier situación.
Por desagradable o doloroso que pueda ser, hay momentos en que lo más saludable emocionalmente es aceptar que no soy feliz, o que estoy sufriendo. Eso no nos convierte ni en más débiles, ni en menos capaces de afrontar las dificultades, es prácticamente imposible superar un mal momento si ni siquiera me permito tomar conciencia de que estoy mal. Desde la negación de un problema es prácticamente imposible poder resolverlo o superarlo, sin embargo cuando nos damos cuenta de que estamos sufriendo, de algún modo estamos empezando a buscar el modo de cambiar esa situación.
La difusión de pautas psicológica, a veces dadas con poco rigor. Y quizás la excesiva exposición a la que nos someten las redes sociales, parece estar creando una presión por mostrarnos siempre alegres y felices. Y al margen de que, como ya he dicho, no es ni posible ni sano perseguir eso. Es que a veces puede conducirnos a sentirnos peor, porque no se trata de buscar sentir emociones positivas porque sí, sino aquello que nos toque sentir según la situación.
Nuestras emociones nos ayudan y ofrecen información valiosa para adaptarnos a nuestro entorno, e igual que no es sano responder siempre con ansiedad, o enfado, tampoco lo es hacerlo con alegría. Cada emoción tiene su lugar y su papel: la ansiedad nos protege, el enfado nos moviliza a cambiar aquello que no nos gusta, y la felicidad nos motiva a intentar conseguir nuestros objetivos y cooperar con otros. Pero no es mejor una emoción u otra, aunque algunas puedan ser más dasagradables.
Lo cierto es que obsesionarnos con ser felices puede hacernos más daño que otra cosa, así que, más que perseguir estar siempre bien, lo importante es que cada uno encuentre su propio equilibrio, sin temer sentir otras emociones que no sean tan positivas. Todas son necesarias, nuestro bienestar dependerá más de aceptar lo que sentimos en cada momento y no tanto de eliminar cualquier emoción negativa.